Se cumple un nuevo aniversario del triunfo del sanjavierino sobre Nino Benvenutti que le dio el título mundial unificado de los medianos. Fue en Roma. Y con un nocaut espectacular. Carlos Monzón vencía Nino Benvenutti en el 12° asalto de la pelea en el Palazzo dello Sport, en Roma, combate del que hoy se cumplen 43 años. Aquel día nació el campeón, empezó la leyenda de ese desgarbado flaco santafesino que terminó en tragedia. Con motivo de este nuevo aniversario, el poeta Santafesino Juan Carlos Ojeda realizó un sencillo homenaje recordando una de sus poesías que fuera escrito tras aquella lejana epopeya de Monzón en Italia. A través del programa "San Javier Ahora de F.M. Norte 98. 5 Mhz, Ojeda lo relataba de la siguiente manera:
No hay registros fotográficos de la partida desde Ezeiza, tan poca confianza se le tenía a Monzón. Viajó con Amílcar Brusa, su entrenador y casi padre sustituto; con Juan Carlos Lectoure y con el preparador físico Patricio Russo. En silencio, casi inadvertido. Tan poca fe se le tenía que ninguna radio se interesó en comprar los derechos de la pelea, salvo Hernán Santos Nicolini, un joven periodista treintañero que hipotecó su departamento y le ofreció hacer la pelea a radio Rivadavia, por entonces la gran difusora del boxeo local. En Rivadavia dijeron que Monzón no tenían chances pero ante la insistencia de Nicolini aceptaron, con condiciones. Los comentarios, como siempre, serían de Horacio García Blanco. Y los relatos los compartirían Nicolini y Osvaldo Caffarelli, un round cada uno.
Monzón
no despertaba interés entre los aficionados. “No llena el Luna Park”, se decía. Y era cierto y por eso, suponiendo que no encerraba un peligro, el promotor italiano Roberto Sabbatini aceptó la pelea que le había propuesto Lectoure. Sin técnica, sin carisma, Monzón era un depredador sobre el cuadrilátero. Sólo le interesaba destruir a sus rivales, demolerlos. Y noquearlos. Antes de ir por Benvenutti, el mejor de su época, niño mimado de los italianos, todo lo contrario a Monzón, el santafesino llegaba con 80 peleas y sólo 3 derrotas (Antonio Aguilar, el brasileño Felipe Cambeiro y Alberto Massi) de las cuales también se había tomado revancha. Por entonces, llegar a una pelea por el título mundial se ganaba sobre el ring. Sólo existían dos organismos, el CMB y la AMB y ambos validaron la posibilidad de Monzón.
En Roma vivía Juan Carlos Lorenzo, que era el técnico de la Lazio. Gracias a él pudieron atenuar el dolor en las manos que sufría Monzón, de tanto entrenar, de tanta bolsa. El médico de la Lazio infiltró al Flaco antes del combate. Durante la pelea, Benvenutti hacía gala de su técnica, de su paso al costado. Monzó iba al frente, siempre, recto y feroz. Y fue minando la resistencia del italiano, cada vez más lento, cada vez con menos contragolpe. Hasta que llegó ese decimosegundo round. Monzón caminó seguro, en diagonal, entre su rincón y el del local, quien sólo atinó a retroceder. Quedó encerrado, sin escapatoria. Primer fue la zurda. Luego la derecha a la mandíbula.
El boxeo argentino vivía una época esplendorosa. Acavallo, Nicolino Locche y un mes justo después del triunfo de Monzón en el Palazzo, Oscar Bonavena le hacía frente al inmenso Muhammad Alí en el Madison Square Garden. En mayo del año siguiente, Monzón volvió a ganarle a Benvenutti, en Montecarlo. Y llegaron 14 defensas, apenas 3 en el Luna Park, durante 7 años. Y se sumaron nombres que acompañaron la construcción de su carrera de campeonísimo: Briscoe, Griffith, Bouttier, “Mantequilla” Napoles, Rodrigo Valdés, Tony Mundine, Gratien Toná, entre otros. Luego llegó el retiro y la otra historia, al del hombre. Dramática, trágica, lamentable.