Fue una lección de Unión. Por inteligencia táctica, por la notable actuación de todo el equipo, por la contundencia y por una alegría convertida en carnaval, justamente en la tierra del carnaval.
Impecable. Histórico. Sin fallas. Contundente. Inteligente afuera (por el planteo) y adentro (por la ejecución del libreto). Unión armó nomas su propia revolución de mayo. Y lo hizo de una manera notable. Lo mejor desde aquella notable actuación ante River y esta vez con contundencia y eficacia.
Partido de alta tensión y táctico había dicho Munúa. Acertó en todo. La alta tensión se dio en todo momento. El partido táctico lo ganó con creces en el primer tiempo, más allá de que necesitó de dos individualidades clave: Mele y Alvez. Lo del arquero fue trascendente al atajar el penal. Momento decisivo del partido, porque Junior era un león herido que no paraba de atacar. Y lo de Alvez fue fantástico: el golazo a lo Jayo contra River, con caño previo incluido, fue un verdadero poema y le otorgó a Unión una ventaja parcial de dos goles que le dio tranquilidad.
Bien los centrales, seguros. Y Portillo logró encontrar el partido en el cuarto de hora final de ese primer tiempo cuando le achicó los espacios a un Cabrera que complicaba mucho ganando las espaldas de los volantes.
Si lo de Alvez fue golazo, lo de Zenón no le fue en zaga. Picó la pelota por encima de Viera y tiró otro baldaO de agua fria en el calor de Barranquilla pero no justamente para aliviar sino para complicar seriamente el panorama.
Con Machuca en cancha, la idea fue ser mas directo en el contragolpe. Y luego, Nardoni le dio aire al mediocampo cuando entró por Roldán. Ya por ese entonces, Junior empezaba a declinar. Había perdido el ímpetu del primer tiempo, por más que tenía más tiempo la pelota.