12 de abril de 2020

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: "CELEBREMOS LA PASCUA, CAMINEMOS JUNTOS" DIJO CAPOCCETTI


Este domingo 12 de abril, el Presbítero del Santuario San Francisco Javier Sergio Capocetti, acompañado por el Vicario Parroquial Leandro Orellano realizaron la celebración por el Domingo de Resurrección o Domingo de Gloria. Con esta celebración religiosa finaliza de la Semana Santa para la fe católica y cristiana. En este año 2020, las celebraciones fueron emitidas sin público, a través de los canales Canal 2 Cable Video San Javier y Canal 2 Gigacom Televisión quienes además emitieron mediante las redes sociales, debido a las medidas tomadas para preservar el aislamiento social y obligatorio en la Argentina a causa de la pandemia del coronavirus.

Al dirigirse a la comunidad Sanjavierina en este domingo de resurrección, el Presbítero Sergio Capoccetti dijo: “Por fin hemos podido escuchar la aclamación del Aleluya. Por fin se terminó la cuaresma, se terminaron los tiempos de este triduo Pascual, por fin el cirio está encendido nuevamente como signo de esa luz que quiere decir Cristo resucitado”. “Hoy estamos celebrando la Pascua, estamos celebrado el paso de un Dios que se hizo hombre y entregó su vida para que nosotros tengamos vida verdadera” sostuvo. Además, añadió: “La palabra Pascua podemos traducirla como un paso, pero no es un paso cualquiera, es un paso real y transformante, no es pasajero y no es un disfraz” expresó.

En el mismo sentido, Capoccetti mencionó: “Por eso nosotros celebramos la Resurrección de Jesús porque por ese paso de la muerte a la vida por esa Pascua nosotros podemos hacer ese paso”. “El deseo del Señor es que nosotros hagamos Pascua que pasemos del barro viejo del pecado a la vida de gracia y de luz temas del barro viejo del pecado a la vida de gracia de luz”. Así mismo, el Presbítero recordó: “El entregó todo por nosotros se dejó clavar en la cruz, dejo destruir su cuerpo por nosotros, se dejó humillar por amor”.

“Ahora somos nosotros los que debemos darnos y en ese darnos se da amor, ese amor se da a Dios y al prójimo como a nosotros mismos”. “Ese amor es el que nos va a hacer uno, nos hará ser comunión, ser familia, ser y les puedo asegurar que ese amor no pasará jamás”. “Dios es amor y nosotros podemos hacer comunión de ese amor, estamos destinados a ser mensajeros y testigos de ese amor de Dios en la sociedad” aseguró Capoccetti.

En la parte final, se refirió a la pandemia del coronavirus en el mundo y dijo: “Hoy Dios nos invita a un gesto inédito de amor, esta maldita pandemia que nos está haciendo reconocer nuestras necesidades y límites”. “Hasta los grandes ejércitos del mundo sufren los efectos del virus, hasta los grandes ejércitos del mundo sufren los ataques de la enfermedad” remarcó. “Muchos han fundamentado su vida en tener más y lo tienen pero sus vidas se ven hoy en riesgo por un virus que les quita la posibilidad de tener lo que es gratis, el aire”. “Nosotros no podemos sentirnos inmunes a ese virus nuevo y a esa enfermedad de codicia que a tantos contagia” señaló el Presbítero del Santuario de San Javier.

“Ya conocíamos de la labor de los trabajadores de la sanidad, de la policía, de la municipalidad, de los que tienen su servicio en los comercios y empresas nos ayudan pero el virus no transformó las acciones de los chantas, de los coimeros, de los corruptos, de los haraganes, de los empresarios aprovechadores”. Además resaltó: “Sabemos de los vecinos buenos pero también sabemos que los malos, siguen siendo malos”.

Para cerrar, Capoccetti sostuvo: “Sólo Dios y un Dios que murió y resucitó puede transformar la vida el hombre en este tiempo”. “Hagamos Pascua, el Señor nos propone una alianza, nueva su reacción nos habla de una vida nueva, una vida que es luz, que es amor”. “Celebremos la Pascua, caminemos juntos" finalizó.


En el final de la ceremonia el padre Sergio Capoccetti realizó la consagración frente al cuadro de la Virgen de Guadalupe, ubicada en el altar del templo parroquial. De ésta manera culminó la ceremonia del Domingo de Resurrección en el Santuario San Francisco Javier.


Domingo de Resurrección


El Domingo de Resurrección o Domingo de Gloria es la fiesta más importante para los cristianos porque celebran la Resurrección de Jesucristo tras haber sido crucificado mortalmente. Alaban que Jesús triunfó sobre la muerte, abriendo la puerta de los cielos a los creyentes. Con esta conmemoración religiosa finaliza la Semana Santa para la fe católica.

Es el día en que Cristo resucita después de ser crucificado, después -en “Cuerpo Glorioso”- va al encuentro con sus apóstoles y luego sube al cielo. Hoy, termina la Semana Santa y, con esta celebración final del Día de la Resurrección, se solemniza uno de los pilares de la fe católica.

Este día de resurrección es alegre, pero triste para los cofrades, alegre por la manifestación de la resurrección que sustenta la religión y triste porque la Semana Santa finaliza.

Es un día agridulce para multitud de fieles; por un lado, celebran su fe y, por otro, dan por concluidas unas fiestas de gran emoción. La manera de celebrar esta despedida difiere mucho de una comunidad a otra. En general, suelen reunirse todos los cofrades que han desfilado a lo largo de estos días y las muestras son de alegría por un Cristo resucitado.

El Domingo de Resurrección o de Pascua de Resurrección es importante para los católicos, ya que con la resurrección es cuando adquiere sentido toda su religión.

Como curiosidad se advierte que el Domingo de Resurrección es el culpable de que los domingos sean los que se consideran festivos y de descanso en la semana, ya que como es una fiesta clave del calendario litúrgico, en los primeros siglos del cristianismo, gracias a ella, se cambió el día dedicado al descanso y a la alabanza a Dios nuestro creador, del sábado al domingo. En cambio, en la religión judía, como no se reconoce la resurrección de Cristo, el día festivo sigue siendo el sabbath o sábado

En la misa dominical, este pasaje se recuerda de una manera especial. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no pueden vivir más con caras tristes.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas, entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando se celebra la Resurrección de Cristo, se está celebrando también la propia liberación de la humanidad. Se alaba la derrota del pecado y de la muerte.

En la Resurrección se encuentra la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a sus fieles, ¿qué se puede temer?, ¿qué se puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección de Cristo, pues se puede estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si se ha sido fiel, se llegará a una vida nueva y eterna, en la que se gozará de Dios para siempre.

San Pablo escribió: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14).

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y se dudaría que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces se sabe que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, se entiende que los creyentes resucitarán también, se reafirma que ganó para los fieles la vida eterna y, de esta manera, toda la vida adquiere sentido.

La Resurrección de Cristo es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no pueden vivir más con caras tristes. Deben tener cara de resucitados, demostrar al mundo la alegría inmensa porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección de Cristo es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Hay que estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, se deben aprovechar todas las gracias que Dios da la humanidad para crecer en la fe y ser mejores cristianos. Hay que vivir con profundidad este tiempo.

Cuando Jesús se fue al Cielo, después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua de Resurrección, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús: la fiesta mayor (festum festorum).

En conclusión, la Resurrección de Jesucristo es importante por muchas razones. Primero, testifica del inmenso poder de Dios mismo. Creer en la resurrección es creer en Dios. Si Dios existe, y si Él creó el universo y tiene poder sobre él, entonces, Él tiene el poder de levantar a los muertos. Si Él no tiene tal poder, Él no es un Dios digno de nuestra fe y adoración. Sólo Él, quien creó la vida, puede resucitar después de la muerte. Sólo Él puede revertir la atrocidad que es la muerte misma, y sólo Él puede quitar el aguijón que es la muerte y dar la victoria sobre la tumba. En la Resurrección de Jesús de la tumba, Dios recuerda su absoluta soberanía sobre la vida y la muerte.

Segundo, la Resurrección de Jesús es un testimonio para la resurrección de los seres humanos, la cual es un principio básico de la fe cristiana. A diferencia de todas las otras religiones, sólo el cristianismo tiene un fundador que trascendió la muerte y quien prometió que sus seguidores harían lo mismo. Todas las otras (falsas) religiones fueron fundadas por hombres y profetas, cuyo fin fue la tumba. Como cristianos, confortados en el hecho de que Dios se hizo hombre con el cuerpo de Jesús, murió por los pecados de la humanidad, fue muerto y resucitado al tercer día. La tumba no pudo retenerlo. Él vive y ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre en el Cielo. La iglesia viviente tiene una Cabeza viviente.