Cuando los incendios escapan del control
humano, alimentados por el clima, el viento y la maleza, pueden calcinar
hectáreas de tierra y consumir todo lo que encuentran a su paso en cuestión de
minutos. Deben darse tres condiciones para que un incendio forestal se
propague, algo que los bomberos llaman el triángulo de fuego: combustible,
oxígeno y una fuente de calor.
Cada
año se produce una media de más de 100.000 incendios, llamados también
incendios forestales, que queman entre 1,6 y 2 millones de hectáreas de terreno
cada año. En los últimos años, los incendios han consumido hasta 3,6 millones
de hectáreas. Los incendios forestales se mueven a velocidades de
hasta 23 kilómetros por hora, acabando con todo lo que encuentran a su paso
(árboles, maleza, viviendas e incluso seres humanos).
El
combustible puede ser cualquier material inflamable que esté cerca del fuego,
incluidos los árboles, la hierba, la maleza e incluso las casas. Cuanto mayor
sea la cantidad de combustible presente en una zona, más intensidad tendrá el
fuego. El aire proporciona el oxígeno que el fuego necesita para arder. Las
fuentes de calor contribuyen a desencadenar el fuego y hacen que el combustible
esté lo suficientemente caliente para prenderse. Los rayos, las fogatas,
los cigarrillos, los vientos cálidos e incluso el sol pueden proporcionar el
calor suficiente para desatar un incendio.
Si
bien cuatro de cada cinco incendios son causados por el ser humano, la naturaleza
suele contribuir alegremente a avivar las llamas. El clima seco y
las sequías convierten la vegetación en combustible sequísimo e
inflamable; los vientos fuertes hacen que el fuego se extienda con rapidez; y
las temperaturas cálidas alientan esta combustión. Cuando estos factores se dan
a la vez, sólo es necesaria una chispa (en forma de rayo, incendio provocado,
un cable caído, una fogata o un cigarrillo) para desatar un incendio que podría
durar semanas y carbonizar decenas de miles de hectáreas.
Los
bomberos combaten el fuego privándolo de uno o más factores del triángulo. Los
métodos tradicionales consisten en el uso de agua y retardadores del
fuego para extinguir incendios ya existentes. Despejar el terreno de vegetación
para crear cortafuegos priva al incendio de su alimento y pueden conseguir
contenerlo. Los bomberos también combaten el fuego mediante la quema controlada
de algunas zonas, un proceso que se llama fuego prescrito o quema controlada.
Estos fuegos prescritos eliminan la maleza, los hierbajos, y la basura que haya
en el suelo, con lo que priva al incendio forestal de su alimento.
Aunque
suelen ser dañinos y perjudiciales para el ser humano, los incendios que surgen
de forma natural desempeñan un papel esencial en la naturaleza. Devuelven
nutrientes al suelo al quemar materia muerta o en descomposición. También
sirven como desinfectantes, al eliminar plantas plagadas de enfermedades e
insectos dañinos de los ecosistemas forestales. Además, al quemar copas de
árboles y maleza espesas, los incendios permiten que la luz solar llegue al
suelo del bosque, con lo que posibilita el crecimiento de una nueva generación
de plantas.