En los umbrales de la Era del Espacio, estamos iniciando la conquista de la Galaxia, cuando aún no hemos llegado a dominar nuestro mundo. Sin embargo la voluntad y la inteligencia priman. Ignorados individuos con mentes preclaras fueron abriendo puertas desde los comienzos de la civilización de los distintos grupos humanos, sin otra aspiración que la modesta de cumplir con sus anhelos de lograr esos objetivos personales aparentemente menores y que sin embargo, son la contundente afirmación de que continúan con los rastros iniciados en Laetoli y continuados en Huahualinca. Antonino Alzugaray fue una de esas personas que avizoraban el futuro. Futuro próximo, tal vez, pero futuro al fin. A él le debemos los pasos iniciales de nuestra orgullosa ciudad.
El autor, desde muy joven – casi niño – tuvo contactos personales con un digno descendiente de Antonino Alzugaray que trabajaba como mano de obra especializada – pantalonero – en la sastrería que un tío había instalado en el entonces pueblo de San Javier; siguió con ese vínculo una vez que se independizara e encarar su propia sastrería. Las conversaciones con el mismo hicieron que admire – y respete – la figura de ese mítico personaje que ya casi nadie en la zona recuerda. Así, esos relatos por tradición oral, influenciaron al momento de encarar la novela histórica “Salvajes Palmeras del Pájaro Blanco”, de la que Antonino Alzugaray resultara también uno de sus personajes. Como Apéndice, se incluyen los capítulos correspondientes, para dar – de alguna manera – fuerza vivencial a este atípico trabajo sobre un personaje fronterizo, con gran visión de futuro. Se han remarcado en negrita las citas del mismo en los distintos párrafos para facilitar su identificación.
I
Los primeros rastros de la acción pública de Antonino Alzugaray surgen para el autor, con la designación por decreto del gobernador Fraga, fechado el 9 de Setiembre de 1859; se lo nombra Comisario de Policía en el Mercado Principal de Santa Fe. Tres días después de su designación, cumpliendo órdenes, permuta ese cargo por el de Comisario de Corrales, de mayor importancia en la época, por los latrocinios comunes, en particular el abigeato. Renuncia el 31 de Julio de 1860 “por tener que ausentarse de esta ciudad”. Para entonces detentaba la jerarquía de Capitán de Guardias Nacionales, a las que habría ingresado en el bienio 1857/59, por ascenso del 21 de Abril de 1860.
Guardia Nacional, se denomina a los grupos de civiles enrolados y armados voluntariamente como cuerpos auxiliares del ejército regular, de cada una de las Provincias de la Confederación Argentina, que eran convocados y movilizados eventualmente en defensa de las instituciones públicas en los casos extremos de conmoción interna o peligro de indios.
Luego de la Batalla de Caseros, se inició el camino hacia la organización de la Confederación Argentina sobre la base del pacto de 1831. Pero el naciente poder central, constituido por un hecho de fuerza con eje en Paraná, manifestaba gran debilidad ante la fortaleza de los gobernadores que aún controlaban las milicias locales. Así las cosas, con el objetivo de respaldar su nueva investidura, Justo José de Urquiza promovió la continuidad de la mayoría de los gobernadores devenidos del rosismo, logrando sellar un gran acuerdo nacional a través del Pacto de San Nicolás de los Arroyos y posteriormente, la integración de un Congreso que sancionó la Constitución nacional puesta en vigencia a partir de 1853.
La primera base sólida sobre la que se construyó la nueva autoridad central, fue el artículo 15° del Acuerdo de San Nicolás, donde se concedía a Urquiza el cargo de Director Provisorio de la Confederación y el mando efectivo de las fuerzas militares que poseía cada provincia, las cuales pasaron a ser consideradas como partes de un incipiente “Ejército Nacional”. Sin embargo, dada la necesidad de defender las fronteras aún no consolidadas, enfrentar eventualmente a la provincia secesionada y garantizar la unidad de las provincias confederadas, implementó medidas para articular las fuerzas de origen provincial bajo su mando. Este primer avance sobre las tradicionales milicias provinciales se complementó con la organización de un ejército de línea también de tipo “nacional”.
Los cuerpos se formaron con demoras y disminuidos en número de integrantes. Los gobernadores argumentaban la necesidad de efectivos para enfrentar los conflictos en las provincias y garantizar en las mismas la adhesión a la constitución nacional. En el caso de los cuerpos de línea, si bien los mismos se integraban por solteros, voluntarios, sorteados o enganchados, ante la falta de individuos comenzaron a destinarse desde las provincias a “vagos”, “mal entretenidos” y criminales, quienes podían cumplir su condena en el servicio de frontera. De esa forma, se conformaron los primeros seis cuerpos del Regimiento de Dragones -en Santa Fe el 1º, Córdoba el 2º, Mendoza el 3º, en San Luis el 4º, en Santiago del Estero el 5º y en Salta el 6º-.
La línea de fortines les cortaba a los núcleos indígenas montaraces la provisión de víveres que entonces provenían fundamentalmente de San Javier y las islas del Paraná. Para el último cuarto del siglo XVIII se evidencia un proceso de desequilibrios y reacomodos en la jurisdicción litoral y especialmente en Santa Fe.
A la parcial dispersión de las reducciones jesuitas de San Javier, San Jerónimo y San Pedro luego de la expulsión de la Orden de San Ignacio (Extrañamiento), se agregó la llegada de pobladores principalmente de Santiago del Estero, Corrientes, Córdoba y Tucumán conformando una población heterogénea, en algunos casos errante, sin control o en tránsito, y en otros casos asentada en los pagos de la campaña y en la ciudad.
Desde el punto de vista del vecino de la ciudad de Santa Fe, la frontera era el lugar lejano y de vacío social. Parcialmente estaba identificada como tierra de indios, con un espacio que éstos ocupaban caprichosamente, se desplazaban en él con entera libertad, sentando su dominio. Pero también la frontera era un lugar donde había forasteros que llegaban solos, en grupos, o en familias desde las provincias del interior. Nada extraño por cierto. Prueba de ello lo constituyen – con el tiempo: un asesino italiano evadido de la cárcel de Corrientes, devenido en el más feroz de los caciques mocovíes de la zona, que tuvo a mal traer al Coronel Obligado; se hacía llamar “Juan el Rey” – le decían “Juan el Raí” - o “El Cacique Inglés” por la blancura de su piel y un criminal francés que desde Resistencia se refugió en los montes de los Bajos Submeridionales – norte de Santa Fe – que asolaba la región NO provincial. Ello fue documentado en dos trabajos del autor incluidos en sendos apéndices de “San Javier Colonial”.
Sin embargo, más allá de estos primeros cambios, el gobierno de Paraná contaba, ante todo, con la fuerza militar entrerriana en gran parte ocupada en mantener el control de la frontera con Buenos Aires. En este marco de fuerte fragilidad institucional y de inminente guerra civil, Urquiza dispuso la creación de la Guardia Nacional por Decreto Nº 830 del 28 de abril de 1854.
El 5 de junio del mismo año, se organizó la Inspección General del Ejército y Guardias Nacionales como dependencia del Ministerio de Guerra de la Nación Argentina, responsable de controlar en cada provincia la formación de los correspondientes batallones, así como el envío de reclutas para el ejército de línea. Si bien el gobernador era quien debía organizar los batallones de la guardia nacional en la provincia era el presidente quien autorizaba su movilización “salvo el caso de invasión exterior o de un peligro tan inminente que no admita dilación, dando luego cuenta al gobierno nacional”. Esto último, incluido en el Artículo 105º de la constitución nacional, permitió legitimar las acciones militares autónomas de las autoridades provinciales “en beneficio del nuevo orden nacional y republicano” y mantuvo en el centro del escenario militar a la figura del gobernador.
El equipamiento de las guardias nacionales es el mismo que el del Ejército Federal, es provisto por el Gobierno federal quien los adquiere según las necesidades de cada provincia y luego los transfiere vía Ministerio de Guerra de la Nación Argentina. Los milicianos tenían un uniforme muy similar al del ejército nacional pero con el distintivo de que pertenecen a la Guardia Nacional de alguna provincia (generalmente la Bandera Provincial o un escudo en particular).
En cuanto a la disciplina y las maniobras de operaciones, los milicianos integrantes de estas guardias nacionales, cumplían servicio los fines de semana y su trabajo era voluntario y ad honorem, sin perjuicio de los regalos y remuneraciones que pudieran recibir en especial cuando eran federalizados.
Asimismo, cumplían una función de sensibilización o moralización frente al paradigma liberal dominante. El guardia nacional era el ciudadano custodio de las leyes y de la república cuyo “deber-derecho” era el de acudir en su defensa, pudiendo para esto empuñar las armas. Como consecuencia, se afianzó un vínculo directo entre los ciudadanos y la Constitución, que muchas veces se puso por encima de los gobiernos de turno y se implementó como fundamento de revoluciones y levantamientos políticos.
Su puesta en funcionamiento no fue fácil y evidenció diferentes ritmos en cada provincia. En Córdoba, la fuerza se creó por Decreto del gobernador Alejo del Carmen Guzmán el 9 de noviembre de 1852. Estaba integrada por todos los habitantes de la Capital y de las villas y pueblos de la campaña, desde la edad de quince a cincuenta años, que no estuviesen inscriptos en los demás cuerpos veteranos ya formados. Así, incorporó a la misma a los ex Batallones "Defensores de la Libertad" y "Libertadores", designando Comandante en Jefe a Severo Ortiz.
En Tucumán, por decisión del gobernador José María del Campo, y Salta los batallones de la guardia comenzaron por reemplazar los cuerpos cívicos urbanos en una estrategia implementada para garantizar la fidelidad de las milicias y la perdurabilidad del grupo en el poder.
Por ley del 5 de junio de 1865 se declaró obligatorio el enrolamiento en la Guardia Nacional activa de la República para "todo ciudadano argentino, de la edad de 17 años hasta 45 siendo soltero". Quedaban exceptuados los gobernadores, ministros, legisladores, jueces nacionales y provinciales como también los físicamente imposibilitados. Y fuera de su jurisdicción, la excepción alcanzaba a rectores de universidades y colegios, maestros de postas, médicos e hijos menores de 18 años que atendieran la subsistencia de madre viuda o de padre septuagenario o impedido. Los guardias nacionales podían dispensarse mediante su substitución por "personeros".
A partir de la toma de posesión de la presidencia de Julio A. Roca en 1880, aleccionado por la rebelión tejedorista, se definieron los roles del ejército de línea como fuerza regular y de la Guardia Nacional como institución auxiliar del mismo. En consecuencia, el gobierno federal monopolizaría la fuerza pública y el poder provincial quedaría despojado de sus funciones militares.
No obstante, al conservar el gobernador su carácter de “agente natural” de poder ejecutivo nacional, su papel de mediador directo en las tareas de reclutamiento y movilización de la Guardia Nacional mantuvo, en alguna medida, el control sobre los contingentes militares auxiliares locales.
Finalmente, con la promulgación de la Ley Nº 4301 del 11 de diciembre de 1901 -conocida como "Ley Riccheri", se organizó el servicio militar obligatorio, desterrando así el tradicional poder militar de los mandatarios provinciales sobre las fuerzas regulares.
Roselli estudió extensamente la evolución de los fuertes y fortines en la frontera norte interior. De sus palabras y otros estudios realizados por diversos autores, puede afirmarse en virtud de los informes del ingeniero militar polaco que acompañaba a Obligado, Capitán Wyfsocki, que los fuertes en general contaban con una empalizada “de palo a pique” de madera dura (ñandubay o quebracho). Un precario alojamiento para la tropa (rancho) de materiales locales; otro similar para los oficiales, generalmente más iluminado y ventilado. Pozo de balde para el suministro de agua. Corral para la caballada.
Contaban además con un sitio elevado para observación de la zona circundante (“mangrullo”) – que podía ser una plataforma construída “ex profeso” o simplemente instalada en lo alto de un árbol - a la que se ascendía por escala de madera o sogas.
El fuerte de San Javier no puede ser la excepción; debió ajustarse a esos parámetros, algo más relajados por las características y proximidad de la población local.
En contra de lo pensado anteriormente, respecto de que el mismo se hallaría en lo que hoy es la propia planta urbana se debe reconocer en base a las referencias cartográficas obtenidas, el fuerte – o fortín – habría sido emplazado poco más de un kilómetro al NE de la misma, sobre la costa del río,, en el lugar de desembocadura del A° Sanjavielito, en el paraje denominado “Paso de Warnes”; lugar de tránsito obligado para quienes van – o llegan – desde las islas y/o provincias vecinas (Léase Corrientes).
Si bien se cuenta con la convicción de ello, se habla en potencial dado que esa circunstancia solo puede ser determinada fehacientemente mediante los estudios arqueológicos correspondientes que corroboren la existencia en el lugar de un asentamiento humano de esa naturaleza en tiempos pretéritos.
II
Pocos días después de la renuncia de Alzugaray a la Comisaría de Tablada, hace lo propio con el cargo de Segundo Jefe del Batallón “de Orden” de la Guardia Nacional, por injuris vertidas por el Segundo Jefe de la unidad; al no ser considerada la misma, el 11 de Juniuo de 1861 reitera su renuncia por diferencia con los comandantes Estanislao López e Hilario Zabroso (a cargo de la Inspección de Armas y de Enrolamiento de la Guardia Nacional de la Provincia) la que tampoco es aceptada y continúa en las filas. Ello habla elocuentemente del aprecio y respeto que merecía su persona.
El 23 de Marzo de 1863, el gobernador Patricio Cullen lo designa Comisario de la Segunda Sección de Policía de Santa Fe. Renuncia el 31 de Mayo de 1864 por desavenencias con su superior jerárquico (político), permaneciendo en el cargo hasta el 31 de Octubre de 1864.
En ese año, se presenta en la licitación y le es adjudicado el “derecho de pisos y barricas de medida” en el puerto habilitado por el gobierno en Santa Fe, por la suma de trescientos treinta y seis pesos plata, siendo su fiador Tomás Cullen.
El 26 de Diciembre de 1864, contrae enlace con Mercedes Leguizamón.
Habiendo muerto el comandante del fortín de San Javier, durante 1865 hubo en el lugar conatos de rebelión indígena por disconformidad con el accionar de sus sucesores, al punto que las autoridades se vieron obligados a suplantar al comandante del cuerpo por el teniente Candino, quien alarmado solicitó al jefe del Departamento San José la liberación de varios indios en Cayastá para aliviar la tensión; a lo cual se agregó la provocada por la negativa de los indios reducidos en San Javier de pelear en la guerra del Paraguay, ya declarada. En esta circunstancias asume Alzugaray la comandancia del fortín, llegando a ser tanto su arraigo entre los pobladores, que el propio jefe de la Frontera Norte Interior, coronel Matias Olmedo, le pide consejos sobre como actuar en la emergencia. Trata de resolver la tensión esta comandancia, enviando “tiradores castellanos” en lugar de criollos para asegurar la paz en San Javier y su zona de influencia. Plan apoyado por el gobierno, que comisiona al capitán Domingo Olaguibe con un contingente a su cargo y dispone que el comisario del Departamento San José se subordine a las órdenes de Antonino Alzugaray.
Llegadas las tropas a San Javier, Alzugaray consigue que por orden del Jefe de Fronteras se retiren para evitar sospecha de ataque a los lugareños, conjurando una situación de tensión crítica en la reducción sanjavierina.
A partir de 1866 cooperó activamente con las comisiones gubernamentales y grupos de colonos extranjeros que fueron a radicarse en la zona, ayudando en las gestiones y guía para la fundación de las colonias California, Francesa, Galencia, y Eloísa.
No eludió el peligro en 1867, cuando debió remitir de vuelta a Santa Fe a un grupo de mocovíes desertores del cuerpo de “Blandengues de Belgrano” que tras depredar, asesinaron a unos obrajeros en Calchines .
El regimiento “Blandengues de Belgrano” contaba con 150 indios “voluntarios”, “que van a jugar su vida en defensa del honor nacional. Los indios tienen más patriotismo que ciertos hombres que se jactan de haber nacido en el seno de una civilización.” (Tomado de : EL FERROCARRIL).
Ese año fue comisionado a Sunchales, lugar donde el gobierno preveía el asentamiento de colonizadores extranjeros. Pero debió regresar a Santa Fe el 23 de Noviembre de 1867, cuando fue convocado por las autoridades dada la atmósfera existente en las colonias contra el gobierno provincial: “siendo necesaria la presencia del capitán Alzugaray aquí, el gobierno ha dispuesto hacerlo retirar, y como esta medida puede intranquilizar a los colonos allí establecidos, S.E. me encarga prevenir a V. que si ellos no quieren continuar allí por ser insuficiente la custodia de la guarnición existente les manifiesto a nombra del gobierno que pueden venirse que los establecería en Coronda donde hay otras familias...”1 Por esa causa el 27 de Noviembre de 1867 es reemplazado por el mayor Patricio Hernández en el cargo de Jefe de la Colonia Indígena de San Javier y regresa a Santa Fe, no sin antes recibir el 18 de Mayo de 1867 el premio que le confiriera el gobierno de Santa Fe por sus valiosos servicios prestados en la frontera, un predio en la propia San Javier, donde habría de levantar posteriormente su casa, para radicarse con su familia.
Desde San Javier desarrolla una intensa y fructífera tarea en favor de la colonización de la zona, apoyando las aquellas comisiones extranjeras que se trasladan al lugar para selección de los terrenos aptos para su asentamiento, con los riesgos que ello importaba, por la suspicacia innata del indígena.
Un hecho concreto pone en evidencia las características de su personalidad y de su vocación de servicios.
Los norteamericanos de Colonia California, alarmados por las depredaciones de los indios “mansos” (reducidos), piden la intervención del gobierno provincial, a fines de 1868. El 16 de Enero de 1869, el gobierno les solicita que, para contrarrestar “las malocas” (sic) debían proponer una persona “idónea para ejercer las funciones de comisario de esa colonia”, al que se le suministrarían las fuerzas necesarias para llevar a buen término su cometido.
El 28 de Agosto de 1869, cansados los vecinos se reúnen y eligen al Capitán Antonino Alzugaray para esa función, cursando la correspondiente comunicación. Ello dio lugar a su designación como tal el 9 de Setiembre de 1869, año en que arreciaron los conflictos entre colonos e indios. La hostilidad de éstos con aquellos se originaba principalmente en el alcohol, de venta libre en el poblado, situación aprovechada por los comerciantes para cambiar bebidas, balas y pólvora, por plumas, cueros de nutria, ciervos, tigres que conseguían de las tribus salvajes Chaco adentro. Situación con el correr de un par de años, que determinó el estudio de la posibilidad de volver a trasladar al núcleo de indios reducidos nuevamente a Santa Rosa de Calchines. Medida resistida por los mocovíes que alegaron permanecer en el lugar mientras la imagen de San Francisco Javier estuviese en ese punto.
Después de casi dos años de ejercicio de la función de comisario, en mérito a la capacidad y tino demostrado, el 22 de Abril de 1871 se lo nombra Juez de Paz de San Javier y sus colonias aledañas: California, Cullen, Eloísa, Francesa e Inglesa (Galencia). El 22 de Setiembre de 1871 la Legislatura Provincial presta acuerdo para el ascenso de distinguidos jefes militares. Así, Antonino Alzugaray es ascendido al grado de Sargento Mayor de Infantería. Organizada la colonia de San Javier y establecida la planta urbana para el pueblo, Alzugaray, con el coronel Leopoldo Nelson y el preceptor de la reducción fray Hermete Costanzi, integra la comisión encargada de distribuir y escriturar las tierras donadas por el gobierno provincial para los indios del lugar. En el transcurso del año 1879, un huracán asoló la región ocasionando víctimas y severos daños materiales; en la localidad al Juzgado de San Javier le ha volado dos techos. A José Soler los tapiales del sitio, el parapeto, la cornisa de la casa y un galpón nuevo. A Pedro Traverso dos tapiales y bastante perjuicio en los techos. A Antonino Alzugaray le ha destruido un rancho y ha hecho mucho perjuicio en las paredes de la casa. A Andrés Aymar, su casa de negocios destruida. Pedro Cáceres con su casa caída. Una porción de ranchos de los indígenas volados a grandes distancias. La iglesia ha tenido perjuicios considerables en todo el edificio, en particular en los techos.
El 24 de Diciembre de 1874 es ratificado en el cargo de Juez de Paz, pero por razones de incompatibilidad con la función nacional de “Guarda de Rentas”, declina asumir la función por un tiempo. El 13 de Noviembre de 1874 es propuesto por la Inspección General de Escuelas de la Provincia para formar parte de la Comisión Escolar de San Javier, conjuntamente con Benito Lobo, Alejandro Mac Lean, Juan Grobet, José Vouilloz y Alejandro Couvert (El manejo de la educación no estaba centralizado aún). Además, el 16 de Noviembre de 1874 pasa también a integrar la comisión evaluadora de la contribución directa de ese distrito. En Febrero de 1876 solicita licencia especial para ausentarse a Santa Fe, para gestionar el ingreso de su hijo al Colegio Inmaculada de esa ciudad. Concedida la misma, viaja con ese destino y arriba a la ciudad en el vapor “Quinto de la Helvecia”, el 4 de Marzo de 1876. En Octubre de 1876 Alzugaray gestiona el cambio de residencia del Teniente Juez de Colonia Francesa a San Javier, para que estuviese más cerca de las colonias del norte, a la sazón más pobladas e importantes. El cargo es suprimido por la legislatura en el ejercicio para 1877.
Para que el servicio del que era responsable no sufriera perjuicios, cuando las arcas del estado demoraban en hacer llegar sus aportes, por razones tanto burocráticas como físicas, pagaba de su bolsillo el sueldo de los agentes a su cargo; situación que pudo soportar hasta 1878, en que por razones de familia, tuvo que suspender los servicios de sus cuatro ayudantes, informando de ello al gobierno por nota del 13 de Octubre de 1878, a la vez que pide autorización para hacer uso de lo recaudado en concepto de impuestos locales con obligación de posterior rendición de cuentas. Al no tener respuesta favorable, evidentemente desalentado, eleva la renuncia al cargo el 22 de Octubre de 1878, aduciendo razones de familia. Responsable, continuó prestando servicios hasta el 11 de Enero de 1879. Fue reemplazado entonces por Hermenegildo Albariños. Pasó a dedicarse al comercio con resultados inciertos, ya que se vio obligado a ofrecer su casa en venta al gobierno, para satisfacer la demanda de educación de sus hijos.
Esclarecedor es el trabajo de del Barco y Montenegro de Arévalo respecto de los premios en tierra fiscales otorgados a guerreros del Paraguay y servidores de la frontera santafesina. Comprendemos así el hecho de la cesión de tan importante predio al comandante Alzugaray. Sí, el Estado, como reconocimiento a su labor, le adjudicó un extenso predio sito en el borde Sur de la entonces Colonia Indígena de San Javier; el mismo llegaba hasta el A° Saladillo Dulce. Huelgan los comentarios.
Antonino Alzugaray falleció en San Javier el 14 de Julio de 1888. Su descendencia, transita aún orgullosa de tan magnífico héroe civil, los no ya tan polvorientos caminos del Pájaro Blanco. Sus restos, como es habitual, pasaron por la iglesia local camino del cementerio. En el Archivo de la Biblioteca Nacional se halló una imagen de la misma, del año de tal fallecimiento.
Imagen: Google Maps
FORTÍN DE SAN JAVIER
Ediciones Eta Carinae – Córdoba - República Argentina - 2017
Edgardo Ronald Minniti Morgan
Premio H.C. Pollock 2005 . USA
Miembro de la Red Mundial de Escritores en Español
Historiador del Observatorio de Córdoba-UNC
Concejal de la revista Universo
Congresal en el VII y IX Congreso Argentino de Escritores - SADE
HistoLIADA – Lidea