27 de octubre de 2016

HACE 5 AÑOS FALLECÍA AMILCAR BRUSA EL MENTOR DE “CARLOS MONZÓN”

Amílcar Brusa fue entrenador de boxeo y nació el 23 de octubre de 1922 en Colonia Silva, un pueblo de la provincia de Santa Fe y falleció en la ciudad capital de Santa Fe, Argentina, el 27 de octubre de 2011 a los 89 años.

De gran porte –medía 1,90 metros– dedicó su vida al deporte. Actuó como boxeador solamente en el campo amateur y en peso pesado y obtuvo fue campeón Guantes de Oro y de los Barrios en Buenos Aires con solo tres derrotas en 30 peleas. En 1948 intentó sin resultado clasificarse para representar a su país en los Juegos Olímpicos de Londres. Incursionó en el catch encarnando al personaje de “El enmascarado” y finalmente se dedicó a la profesión de entrenador de boxeo.

Entre sus dirigidos se contaron los campeones mundiales argentinos Miguel Ángel Cuello, Alejandra Oliveras, Juan Domingo Córdoba, Jorge Rodrigo Barrios, Hugo Mauricio Bidyeran y Carlos Manuel Baldomir; los colombianosMiguel Lora, Sugar Rojas, Tomás Molinares, Luis Mendoza, Rafael Pineda y Francisco Tejedor; el dominicanoFrancisco Quiroz, el venezolano Antonio Esparragoza y el salvadoreño Carlos "Famoso" Hernández y el más conocido, Carlos Monzón con quien se vinculó en 1960 y lo acompañó en toda su carrera boxística por muchos escenarios del mundo. En 1976 Brusa se distanció del Luna Park, el principal centro de boxeo de Argentina, y de su promotor, Juan Carlos Lectoure, en 1976, por lo que debió trabajar en otros países. Fue así que lo hizo en Miami, Caracas, Los Ángeles y Barranquilla.

Brusa es considerado el mejor entrenador de Latinoamérica en la historia del boxeo y figura en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo de Nueva York en 2007 y en el de Los Ángeles. Hasta su fallecimiento seguía lúcido y en actividad en su gimnasio del "UPCN Boxing Club". Tenía 3 hijos y murió de una complicación pulmonar en Santa Fe el 27 de octubre de 2011.

La vida de Brusa

Digno hijo de esta tierra, Brusa nació en Colonia Silva, Abipones o Desvío Kilómetro 140 –a esta localidad del departamento San Justo, ubicada a 140 kilómetros al norte de nuestra capital, se la conoce indistintamente con tres nombres– el 23 de octubre de 1922, pero fue anotado en la ciudad de Santa Fe el 28. Fue el primogénito (y único varón) del matrimonio de Pedro Porfirio Brusa –quien administraba casi 1.500 hectáreas de campos de la zona– y Carmen Rosa Céttolo, ama de casa. Tuvo dos hermanas, Elva Elsa y Nelly, quienes fallecieron antes que él. "En esa época, el pueblo eran tres casas y la estación del ferrocarril. Yo trabajaba en el campo y, después, estudié en Marcelino Escalada, donde hice la primaria y, por eso, muchos creen que nací ahí, lo que es erróneo –aclaró mil veces– y en Santa Fe".

Brusa comenzó a boxear en nuestra ciudad y se entrenaba a las órdenes de Juan Luis Crespi –campeón argentino amateur– y, como aquí había pocos pesados, el técnico lo llevó a Buenos Aires. El entrenador de Crespi era Juan Manuel Morales quien, también, lo fue de Amílcar. Muchos años después, el Maestro jamás se olvidó de Morales, a quien siempre reconoció como su verdadero mentor, ya que le enseñó todo lo que después transmitió a sus dirigidos.

Con sus destacadas actuaciones, Brusa ya hacía ruido en el Luna Park. Perdió una final del torneo Guantes de Oro, pero fue campeón en Novicios y de los Barrios y, luego de cinco peleas más, se quedó con el siguiente Guantes de Oro, con la yapa del reconocimiento de la revista El Gráfico como la gran figura del certamen en el que se coronó.

Corría 1948 y, en la final del Selectivo de cara a los Juegos Olímpicos de Londres –los primeros que se disputaron luego de la II Guerra Mundial–, Amílcar perdió con el bonaerense Rafael Iglesias quien, en la capital británica, se alzaría con la medalla de oro entre los pesados, junto con el mendocino Pascual Pérez, quien se coronaría en mosca.

Aunque también fue luchador de catch –muchos aún recuerdan al Enmascarado Rojo–, en su corazón y en su alma ya crecía el sueño de volcarse a la dirección técnica. Observador, analista y estudioso como muy pocos, Amílcar dio sus primeros pasos aprendiendo de dos monstruos consagrados en la historia del boxeo que visitaron Buenos Aires: los morenos estadounidenses Sandy Saddler, rey mundial pluma, y Archie Moore, monarca mediopesado.

A mediados de mayo de 1951 –ya radicado en esta ciudad–, Brusa comenzó a entrenar púgiles. Su trabajo se repartía entre el Banco Español –del que era empleado– y los gimnasios de Asoem y de Unión –del que fue hincha desde siempre–, donde enseñaba los fundamentos del pugilismo. Así fueron pasando por sus manos muchos que, poco después, comenzarían a brillar con luz propia en los rings de nuestra capital, la provincia, el resto del país y, también, en todo el mundo. Por entonces, solo Dios sabía lo que estaba por venir...

Un tal Escopeta

A principios de 1960, el Maestro conoció en el gimnasio de Unión –ubicado en el subsuelo de la actual sede Tatengue– a un pibe que, con apenas 17 años, siete peleas en el campo aficionado, desengañado por cuestiones de bolsas incompletas, que tenía hambre de gloria –y también del otro, porque su estómago estaba casi siempre más vacío que lleno–, fue a pedirle que sea su entrenador.
Había nacido en San Javier, vivía hacía casi ocho años en nuestra ciudad y se llamaba Carlos Monzón.

Nunca más se separaron. De la mano de Brusa y, con el Maestro en su rincón, Escopeta –bautizado así por el periodista, árbitro, juez y estadígrafo santafesino Julio Juan Cantero– hizo 80 combates amateurs y 100 como profesional. Es más, en las tres derrotas de Carlos como rentado, Brusa no estuvo con él, ya que fue atendido por Genaro Ramusio, quien trabajaba con Amílcar en el Luna Park. "Nunca lo vi perder en su carrera rentada", recordó siempre Brusa.

¿Qué podemos decir del más grande púgil profesional de la historia del boxeo criollo, uno de los mejores del mundo y que se ganó, con absoluta y total justicia, el mayor reconocimiento, respeto, admiración y crédito a nivel internacional que ningún otro pugilista argentino haya logrado jamás?

"El 7 de noviembre de 1970, cuando Carlos le ganó el título a Nino Benvenuti, fue uno de los días más felices de mi vida. Para mí, ésa fue su mejor pelea, ya que iba de punto total y, salvo muy pocos, nadie daba dos mangos por él. Monzón paralizaba el tráfico en Roma o en París, el príncipe Raniero III de Mónaco lo invitaba a su palacio, las mujeres se morían por él y, en 1983, seis años después de su retiro, entró en el Hall de la Fama del Boxeo de Canastota, Nueva York. Fue un verdadero grande, marcó un récord de 14 defensas del título en su categoría –y del que tuvieron que pasar casi 24 años que se lo batieran– y, por eso, a los que me preguntan «¿cuándo saldrá otro Monzón?», yo les respondo que nunca, porque nunca habrá otro como él", elogiaba el Maestro al inolvidable e indiscutido campeón de la ciudad, provincial, argentino, sudamericano y mundial unificado mediano, la única categoría en la que combatió el sanjavierino.
Brusa recibiría uno de los mayores reconocimientos a su labor de parte de su colega Angelo Dundee quien, entre otros, entrenó a dos verdaderos fenómenos: Muhammad Ali y Sugar Ray Leonard. Cuando Escopeta aplastó al cubano-mexicano José Ángel Mantequilla Nápoles el 9 de febrero de 1974 en París (le GKOT 7), el afamado técnico estadounidense se acercó y, mirándolo fijo a los ojos, le dijo: "Brusa, ¡qué bueno es tu negrito! No le pegan casi nunca, te martiriza y, encima, te rompe de a poco. Tu pupilo es lo más práctico que vi", fue el sincero elogio del recordado Angelo.

El 21 de mayo de 1977, Brusa consagró a su 2º campeón mundial: Miguel Ángel Cuello –quien noqueó al estadounidense Jesse Burnett en Montecarlo y se alzó con el cetro mediopesado CMB–, y que se convirtió en el 2º monarca (de los diez que se coronaron a la fecha, siete varones y tres mujeres) nacido en la Provincia Invencible.
Pero como su relación con Juan Carlos Lectoure –promotor y titular del Luna Park– estaba totalmente rota desde el año anterior, Tito no le programaba a sus púgiles. Ese 1977 marcó un quiebre en la trayectoria de Brusa, porque el Maestro se despidió de Blanca Catalina Florit –su esposa– y de Ricardo, Susana y Ofelia –sus hijos– y se fue por primera vez de la Argentina.

Campeones por doquier

Entre 1977 y 2006, Brusa dictó cátedra y consagró nuevos campeones mundiales trabajando en Cali, Cartagena y Barranquilla (Colombia); Caracas (Venezuela), y Miami, Los Angeles, Las Vegas y Nueva York, Estados Unidos. En 1995, regresó a nuestro país y, hasta 2001, fue el director del gimnasio José Oriani de la FAB. Posteriormente retornó a Los Ángeles, donde estuvo a cargo de La Brea Boxing Academy.

Profeta en su tierra y el exterior

A fines de 2005, la Cámara de Diputados de nuestra provincia lo declaró Ciudadano y Deportista Ilustre de Santa Fe, por "su condición de profesional ejemplar, y por su capacidad ampliamente demostrada en una prolífica y dilatada trayectoria". En esa oportunidad, el Maestro señaló que "ésta es la primera vez que, alguien en mi provincia, me tributa un homenaje y reconocimiento por mi labor después de más de medio siglo dedicado a esta profesión. Por eso quiero agradecer a la Cámara de Diputados este acto que me llena de orgullo y satisfacción, y seguiré trabajando varios años más, hasta que un día en algún lugar del mundo diga basta y volveré, como siempre, a la Santa Fe que tanto quiero y amo". Y cumplió ya que –hombre de palabra si los había–, Brusa regresó definitivamente al país a fines de 2006.

El domingo 10 de junio de 2007, recibió el máximo reconocimiento –y para todos los tiempos– ya que, su nombre, se inscribió en el legendario International Boxing Hall of Fame, sito en Canastota, Nueva York. El Maestro fue el 6º argentino y el 2º santafesino en hacerlo ya que, en 1983, lo había hecho Carlos Monzón, su obra cumbre.

A fines de junio de 2007, el Maestro asumió como director de la Academia de Boxeo de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) de nuestra ciudad, cargo que desempeñó hasta su partida, donde ratificó que su apego por el trabajo serio y responsable fue su marca registrada hasta el fin de sus días.

El lunes 21 de julio de 2008, fue distinguido por la Cámara de Diputados de la Nación por "su prestigio y trayectoria mundial en la condición de entrenador profesional de boxeo. Por ello, hacer referencia al pugilismo es destacar también la tarea y destreza de grandes campeones que colocaron a la Argentina entre las potencias de este deporte. Pero no se puede hablar de boxeo sin mencionar la participación de Amílcar Brusa, hacedor de gran parte de esta historia. Respetado en todo el ambiente del boxeo aquí, y en cualquier parte del planeta, fue incluido en el Hall de la Fama de Nueva York como muestra del respeto que este deporte le debe".

Pero no solo eso: el sábado 24 de octubre de 2009, al día siguiente de cumplir 87 años, Brusa ingresó al Salón de la Fama del Boxeo Mundial de Los Angeles, California. El martes 20 de julio de 2010 y, en el Quincho de Chiquito, se presentó En el Ring de la Vida –obra del colega santafesino Javier Adolfo Valli–, con las biografías del Maestro y Agustín Carlos Uleriche, dos leales y sinceros amigos y orgullos de esta tierra que, hace hoy cinco años, se reencontraron en el cielo.

El domingo 3 de abril de 2011, el Maestro perdió a Blanquita, su compañera de toda la vida la cual, como él mismo siempre reconocía, "fue padre y madre cuando yo me tuve que ir del país". Brusa, quien jamás reculó ni para tomar carrera, le puso el pecho a la mala nueva, pero ya no fue el mismo.
El viernes 12 de agosto siguiente, en Río IV, Córdoba, la jujeña Alejandra Marina Oliveras se convirtió en su 15º campeón mundial pero, solo diez días después, el lunes 22, Brusa recibió otro golpe demoledor: esta vez, se había ido Chiquito Uleriche.

Su legado

Brusa fue un señor con mayúsculas, un ser único e irrepetible y que tendrá por siempre un lugar destacado en nuestros corazones porque, tanto su vida como su trayectoria ejemplar, serán el camino a seguir para todos los hombres de bien.

Y siga descansando en paz, Maestro, porque hoy, a cinco años de que se convirtiera en leyenda, absolutamente nadie duda de que su partida no fue tal ya que, los auténticos grandes –como usted–, viven para siempre.



Julio Cantero (Uno Santa Fe) - Wikipedia