Amílcar Brusa fue entrenador de boxeo y nació el 23 de octubre de 1922 en Colonia
Silva, un pueblo de la provincia de Santa Fe y falleció en la ciudad capital de Santa Fe, Argentina, el 27 de octubre de 2011 a los 89 años.
De gran porte
–medía 1,90 metros– dedicó su vida al deporte. Actuó como boxeador
solamente en el campo amateur y en peso pesado y obtuvo fue campeón Guantes de
Oro y de los Barrios en Buenos Aires con solo tres derrotas en 30 peleas.
En 1948 intentó sin resultado clasificarse para representar a su país en los Juegos Olímpicos de Londres. Incursionó en el catch encarnando al personaje de “El
enmascarado” y finalmente se dedicó a la profesión de entrenador de boxeo.
Entre sus
dirigidos se contaron los campeones mundiales argentinos Miguel Ángel
Cuello, Alejandra
Oliveras, Juan Domingo Córdoba, Jorge Rodrigo
Barrios, Hugo Mauricio Bidyeran y Carlos Manuel
Baldomir; los colombianosMiguel Lora, Sugar Rojas, Tomás Molinares, Luis Mendoza, Rafael Pineda y Francisco Tejedor; el dominicanoFrancisco Quiroz, el venezolano Antonio Esparragoza y
el salvadoreño Carlos "Famoso" Hernández y el más conocido, Carlos Monzón con quien se vinculó en 1960 y lo
acompañó en toda su carrera boxística por muchos escenarios del mundo. En 1976
Brusa se distanció del Luna Park,
el principal centro de boxeo de Argentina, y de su promotor, Juan Carlos
Lectoure, en 1976, por lo que debió trabajar en otros países. Fue
así que lo hizo en Miami, Caracas, Los Ángeles y Barranquilla.
Brusa es
considerado el mejor entrenador de Latinoamérica en la historia del boxeo y figura en
el Salón Internacional de la Fama del Boxeo de Nueva York en 2007 y en el de Los Ángeles. Hasta su
fallecimiento seguía lúcido y en actividad en su gimnasio del "UPCN Boxing
Club". Tenía 3 hijos y murió
de una complicación pulmonar en Santa Fe el 27 de octubre de 2011.
La vida de Brusa
Digno hijo de esta tierra, Brusa nació en Colonia
Silva, Abipones o Desvío Kilómetro 140 –a esta localidad del departamento San
Justo, ubicada a 140 kilómetros al norte de nuestra capital, se la conoce
indistintamente con tres nombres– el 23 de octubre de 1922, pero fue anotado en
la ciudad de Santa Fe el 28. Fue el primogénito (y único varón) del matrimonio
de Pedro Porfirio Brusa –quien administraba casi 1.500 hectáreas de campos de
la zona– y Carmen Rosa Céttolo, ama de casa. Tuvo dos hermanas, Elva Elsa y
Nelly, quienes fallecieron antes que él. "En esa época, el pueblo eran
tres casas y la estación del ferrocarril. Yo trabajaba en el campo y, después,
estudié en Marcelino Escalada, donde hice la primaria y, por eso, muchos creen
que nací ahí, lo que es erróneo –aclaró mil veces– y en Santa Fe".
Brusa comenzó a boxear en nuestra ciudad y se
entrenaba a las órdenes de Juan Luis Crespi –campeón argentino amateur– y, como
aquí había pocos pesados, el técnico lo llevó a Buenos Aires. El entrenador de
Crespi era Juan Manuel Morales quien, también, lo fue de Amílcar. Muchos años
después, el Maestro jamás se olvidó de Morales, a quien siempre reconoció como
su verdadero mentor, ya que le enseñó todo lo que después transmitió a sus
dirigidos.
Con sus destacadas actuaciones, Brusa ya hacía ruido
en el Luna Park. Perdió una final del torneo Guantes de Oro, pero fue campeón
en Novicios y de los Barrios y, luego de cinco peleas más, se quedó con el
siguiente Guantes de Oro, con la yapa del reconocimiento de la revista El
Gráfico como la gran figura del certamen en el que se coronó.
Corría 1948 y, en la final del Selectivo de cara a los
Juegos Olímpicos de Londres –los primeros que se disputaron luego de la II
Guerra Mundial–, Amílcar perdió con el bonaerense Rafael Iglesias quien, en la
capital británica, se alzaría con la medalla de oro entre los pesados, junto
con el mendocino Pascual Pérez, quien se coronaría en mosca.
Aunque también fue luchador de catch –muchos aún
recuerdan al Enmascarado Rojo–, en su corazón y en su alma ya crecía el sueño
de volcarse a la dirección técnica. Observador, analista y estudioso como muy
pocos, Amílcar dio sus primeros pasos aprendiendo de dos monstruos consagrados
en la historia del boxeo que visitaron Buenos Aires: los morenos
estadounidenses Sandy Saddler, rey mundial pluma, y Archie Moore, monarca
mediopesado.
A mediados de mayo de 1951 –ya radicado en esta
ciudad–, Brusa comenzó a entrenar púgiles. Su trabajo se repartía entre el
Banco Español –del que era empleado– y los gimnasios de Asoem y de Unión –del
que fue hincha desde siempre–, donde enseñaba los fundamentos del pugilismo.
Así fueron pasando por sus manos muchos que, poco después, comenzarían a
brillar con luz propia en los rings de nuestra capital, la provincia, el resto
del país y, también, en todo el mundo. Por entonces, solo Dios sabía lo que
estaba por venir...
Un tal Escopeta
A principios de 1960, el Maestro conoció en el
gimnasio de Unión –ubicado en el subsuelo de la actual sede Tatengue– a un pibe
que, con apenas 17 años, siete peleas en el campo aficionado, desengañado por
cuestiones de bolsas incompletas, que tenía hambre de gloria –y también del
otro, porque su estómago estaba casi siempre más vacío que lleno–, fue a
pedirle que sea su entrenador.
Había nacido en San Javier, vivía hacía casi ocho años
en nuestra ciudad y se llamaba Carlos Monzón.
Nunca más se separaron. De la mano de Brusa y, con el
Maestro en su rincón, Escopeta –bautizado así por el periodista, árbitro, juez
y estadígrafo santafesino Julio Juan Cantero– hizo 80 combates amateurs y 100
como profesional. Es más, en las tres derrotas de Carlos como rentado, Brusa no
estuvo con él, ya que fue atendido por Genaro Ramusio, quien trabajaba con
Amílcar en el Luna Park. "Nunca lo vi perder en su carrera rentada",
recordó siempre Brusa.
¿Qué podemos decir del más grande púgil profesional de
la historia del boxeo criollo, uno de los mejores del mundo y que se ganó, con
absoluta y total justicia, el mayor reconocimiento, respeto, admiración y
crédito a nivel internacional que ningún otro pugilista argentino haya logrado
jamás?
"El 7 de noviembre de 1970, cuando Carlos le ganó
el título a Nino Benvenuti, fue uno de los días más felices de mi vida. Para
mí, ésa fue su mejor pelea, ya que iba de punto total y, salvo muy pocos, nadie
daba dos mangos por él. Monzón paralizaba el tráfico en Roma o en París, el
príncipe Raniero III de Mónaco lo invitaba a su palacio, las mujeres se morían
por él y, en 1983, seis años después de su retiro, entró en el Hall de la Fama
del Boxeo de Canastota, Nueva York. Fue un verdadero grande, marcó un récord de
14 defensas del título en su categoría –y del que tuvieron que pasar casi 24
años que se lo batieran– y, por eso, a los que me preguntan «¿cuándo saldrá
otro Monzón?», yo les respondo que nunca, porque nunca habrá otro como
él", elogiaba el Maestro al inolvidable e indiscutido campeón de la
ciudad, provincial, argentino, sudamericano y mundial unificado mediano, la
única categoría en la que combatió el sanjavierino.
Brusa recibiría uno de los mayores reconocimientos a
su labor de parte de su colega Angelo Dundee quien, entre otros, entrenó a dos
verdaderos fenómenos: Muhammad Ali y Sugar Ray Leonard. Cuando Escopeta aplastó
al cubano-mexicano José Ángel Mantequilla Nápoles el 9 de febrero de 1974 en
París (le GKOT 7), el afamado técnico estadounidense se acercó y, mirándolo
fijo a los ojos, le dijo: "Brusa, ¡qué bueno es tu negrito! No le pegan
casi nunca, te martiriza y, encima, te rompe de a poco. Tu pupilo es lo más
práctico que vi", fue el sincero elogio del recordado Angelo.
El 21 de mayo de 1977, Brusa consagró a su 2º campeón
mundial: Miguel Ángel Cuello –quien noqueó al estadounidense Jesse Burnett en
Montecarlo y se alzó con el cetro mediopesado CMB–, y que se convirtió en el 2º
monarca (de los diez que se coronaron a la fecha, siete varones y tres mujeres)
nacido en la Provincia Invencible.
Pero como su relación con Juan Carlos Lectoure
–promotor y titular del Luna Park– estaba totalmente rota desde el año
anterior, Tito no le programaba a sus púgiles. Ese 1977 marcó un quiebre en la
trayectoria de Brusa, porque el Maestro se despidió de Blanca Catalina Florit
–su esposa– y de Ricardo, Susana y Ofelia –sus hijos– y se fue por primera vez
de la Argentina.
Campeones por doquier
Entre 1977 y 2006, Brusa dictó cátedra y consagró
nuevos campeones mundiales trabajando en Cali, Cartagena y Barranquilla
(Colombia); Caracas (Venezuela), y Miami, Los Angeles, Las Vegas y Nueva York,
Estados Unidos. En 1995, regresó a nuestro país y, hasta 2001, fue el director
del gimnasio José Oriani de la FAB. Posteriormente retornó a Los Ángeles, donde
estuvo a cargo de La Brea Boxing Academy.
Profeta en su tierra y el
exterior
A fines de 2005, la Cámara de Diputados de nuestra
provincia lo declaró Ciudadano y Deportista Ilustre de Santa Fe, por "su
condición de profesional ejemplar, y por su capacidad ampliamente demostrada en
una prolífica y dilatada trayectoria". En esa oportunidad, el Maestro
señaló que "ésta es la primera vez que, alguien en mi provincia, me
tributa un homenaje y reconocimiento por mi labor después de más de medio siglo
dedicado a esta profesión. Por eso quiero agradecer a la Cámara de Diputados
este acto que me llena de orgullo y satisfacción, y seguiré trabajando varios
años más, hasta que un día en algún lugar del mundo diga basta y volveré, como
siempre, a la Santa Fe que tanto quiero y amo". Y cumplió ya que –hombre
de palabra si los había–, Brusa regresó definitivamente al país a fines de
2006.
El domingo 10 de junio de 2007, recibió el máximo
reconocimiento –y para todos los tiempos– ya que, su nombre, se inscribió en el
legendario International Boxing Hall of Fame, sito en Canastota, Nueva York. El
Maestro fue el 6º argentino y el 2º santafesino en hacerlo ya que, en 1983, lo
había hecho Carlos Monzón, su obra cumbre.
A fines de junio de 2007, el Maestro asumió como
director de la Academia de Boxeo de la Unión del Personal Civil de la Nación
(UPCN) de nuestra ciudad, cargo que desempeñó hasta su partida, donde ratificó
que su apego por el trabajo serio y responsable fue su marca registrada hasta
el fin de sus días.
El lunes 21 de julio de 2008, fue distinguido por la
Cámara de Diputados de la Nación por "su prestigio y trayectoria mundial
en la condición de entrenador profesional de boxeo. Por ello, hacer referencia
al pugilismo es destacar también la tarea y destreza de grandes campeones que
colocaron a la Argentina entre las potencias de este deporte. Pero no se puede
hablar de boxeo sin mencionar la participación de Amílcar Brusa, hacedor de
gran parte de esta historia. Respetado en todo el ambiente del boxeo aquí, y en
cualquier parte del planeta, fue incluido en el Hall de la Fama de Nueva York
como muestra del respeto que este deporte le debe".
Pero no solo eso: el sábado 24 de octubre de 2009, al
día siguiente de cumplir 87 años, Brusa ingresó al Salón de la Fama del Boxeo
Mundial de Los Angeles, California. El martes 20 de julio de 2010 y, en el
Quincho de Chiquito, se presentó En el Ring de la Vida –obra del colega
santafesino Javier Adolfo Valli–, con las biografías del Maestro y Agustín
Carlos Uleriche, dos leales y sinceros amigos y orgullos de esta tierra que,
hace hoy cinco años, se reencontraron en el cielo.
El domingo 3 de abril de 2011, el Maestro perdió a
Blanquita, su compañera de toda la vida la cual, como él mismo siempre
reconocía, "fue padre y madre cuando yo me tuve que ir del país".
Brusa, quien jamás reculó ni para tomar carrera, le puso el pecho a la mala
nueva, pero ya no fue el mismo.
El viernes 12 de agosto siguiente, en Río IV, Córdoba,
la jujeña Alejandra Marina Oliveras se convirtió en su 15º campeón mundial
pero, solo diez días después, el lunes 22, Brusa recibió otro golpe demoledor:
esta vez, se había ido Chiquito Uleriche.
Su legado
Brusa fue un señor con mayúsculas, un ser único e
irrepetible y que tendrá por siempre un lugar destacado en nuestros corazones
porque, tanto su vida como su trayectoria ejemplar, serán el camino a seguir
para todos los hombres de bien.
Y siga descansando en paz, Maestro, porque hoy, a
cinco años de que se convirtiera en leyenda, absolutamente nadie duda de que su
partida no fue tal ya que, los auténticos grandes –como usted–, viven para
siempre.
Julio Cantero (Uno Santa Fe) - Wikipedia